Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA ARGENTINA



Comentario

En que se trata del general levantamiento de los indios de la provincia del Paraguay y Paraná


Estaba en este tiempo la ciudad de la Asunción en la mayor prosperidad y aumento, que jamás hasta entonces ni aun después se vio, porque a más del lustre y buen gobierno de la República, todos los encomenderos eran muy bien servidos de sus indios, sin que se presumiese otra cosa en contrario, hasta que, habiendo vuelto la gente del capitán Nuño de Chaves a la provincia de los Jarayes, hubo algunos movimientos y secretas conjuraciones por medio de algunos caciques, que de este viaje venían, siendo los que más fomentaban este incendio, dos mancebos hermanos llamados don Pablo y don Nazario, hijos de un principal de aquella tierra, que se llamaba Curupirati, los cuales convocados todos los indios de la provincia a que tomasen las armas contra los españoles, y se rebelasen contra ellos, diciendo en su contra muchas libertades y menguas, con que vinieron todos los indios a poner en efecto esta rebelión, comenzando al descubierto a apellidar libertad y guerra sangrienta contra los españoles, haciendo algunos asaltos en los lugares y pueblos circunvecinos, que no eran de su opinión.

Moviéronse a esta novedad (aunque no lo es para ellos tomar armas, siempre que se les proporcione ocasión) el haber traído de la entrada que hicieron con Nuño de Chaves, gran suma de flechería envenenada, de que usaban los crueles indios Chiquitos, de las que trajeron cuantas pudieron haber, con el fin de emplearlas contra los españoles; y llegados a sus pueblos, mostraron con experiencia a los demás el venenoso rigor de aquella yerba, de cuya,, herida nadie escapaba, ni se hallaba triaca, ni remedio para contra este daño, y así se animaron, a declararse contra los españoles, matando algunos que andaban dispersos. Para remediar este exceso determinó el Gobernador despachar algunos indios principales de su confianza, para que aquietasen los tumultuarios y revolucionarios de la provincia, los cuales no habiendo podido hacer algún progreso, volvieron a la ciudad a dar cuenta de los sucedido, diciendo que iba tan adelante el contagio, que hasta los circunvecinos o más conjuntos a la ciudad estaban ya inficionados, por lo cual luego mandó al Gobernador apercibir a todos los, encomenderos y vecinos, y otros soldados nuevamente venidos, señalando capitanes y oficiales correspondientes, con los cuales salió a los fines del año 1559, y puesto en campaña con 500 soldados, y más de 3.000 indios Guaraníes y 400 Guaicurúes repartió la gente en dos cuerpos, el uno tomó el Gobernador, y el otro fue a cargo del Contador Felipe de Cáceres, con orden de entrar por la parte de Acaay. El Gobernador tomó hacia Acaraiba, donde se habían de juntar, para de allí hacer sus corridas y asaltos, donde fuese necesario. Y así con este acuerdo se fueron por los términos y lugares de sus partidos sin hacer más efecto que pasar de tránsito por haber hallado desiertos los pueblos, de que los naturales se habían retirado a los bosques más ásperos a la mira puesta en campana, que les convenía no juntarse ni dejar que se uniesen estos dos cuerpos. Dos días antes que se juntase, dieron en cada uno de ellos su alborada, acometiendo con gran multitud de indios, a que resistieron los nuestros con mucho daño de los enemigos y muerte de algunos de los nuestros, y teniendo aviso el un campo del otro de lo sucedido, determinaron juntarse en lo más poblado de aquella tierra, desde donde por compañías y escuadras hacían sus correrías, quitándoles los bastimentos de las chacras, por obligarlos por todos modos a que viniesen a tratado de paz. En estas corridas cada día se ofrecieron varios choques hasta el año de 1560, en que presentaron los indios a nuestro campo una batalla puestos en cuatro pelotones o cuerpos de a cuatro mil indios cada uno, y colocados en su formación en campo llano, obligaron a los nuestros a salir de sus trincheras a hacerles frente y romperlos. Dispuso el Gobernador que saliese Alonso Riquelme con ochenta de a caballo, y los capitanes Pedro de Segura y Agustín de Campos con doscientos arcabuceros infantes, mil seiscientos amigos Guaraníes, y doscientos Guaicurúes; y puestos en campo de batalla en dos escuadrones, llevando el primer asalto la infantería, a cuya descarga había de salir la caballería, que iba a la retaguardia y costados: los indios se movieron, avanzándose hacia los nuestros, haciendo frente con dos de sus escuadrones. Los otros dos los destinaron; el uno tomó por una cañada con determinación de atacar el Real por las espaldas, para que no pudiesen salir al campo a socorrer a los de la batalla, y el otro se puso en un pequeño repecho como de observación para acudir donde fuese preciso. Los nuestros se movieron con buen orden hasta ponerse a distancia de tiro de arcabuz desde donde dieron la primera rociada a los enemigos que luego se tendieron por el suelo hasta pasar el primer fuego, y después tocaron sus cornetas y bocinas, dando señal de acometer, como lo hicieron sin dilación: saliéronle al encuentro los de a caballo en cuatro escuadrillas, la una mandada del Factor Pedro de Orantes, la segunda de Peralta Cordobés, la tercera de Pedro de Esquivel, y la última de Alonso Riquelme, que rompiendo por medio de los enemigos, dieron vuelta, hiriendo con las lanzas, y matando mucha gente, en que habiéndolos dejado desordenados, logró la infantería sin perder tiempo el de estrecharlos, degollando los que pudieron, con lo cual los indios empezaron a retirarse, hasta que visto por el otro escuadrón, que estaba de observación, bajó por la ladera, y vino a la batalla al socorro con feroz velocidad, animando a los suyos a volver a ella, con lo que llegaron hasta los nuestros, que ya juntos y en buen orden estaban peleando con tal valor y esfuerzo de los capitanes y soldados, que no sólo los resistieron, sino también los pusieron en huida, aunque una grande parte de ellos quedaron en una peña, haciendo frente a los nuestros, que no pudieron descuadernarlos, hasta que juntos los de a caballo con el capitán Alonso Riquelme, hicieron tal esfuerzo que los desbarataron, y así todos se pusieron en fuga, y los nuestros comenzaron a seguirles el alcance, haciendo en ellos cruel matanza los amigos, que discurriendo por el campo, acababan de matar a cuantos hallaban heridos y no heridos. Y queriendo seguir más adelante, vieron que el Real estaba asaltado de los enemigos, por cuya causa volvieron luego al socorro; llegaron a tiempo que los indios por fuerza de lo que hacían tan vigorosa resistencia, hicieron la retirada en que por unos y otros se finalizó el vencimiento.

Esta célebre victoria se consiguió el día 3 de mayo, en que se celebra la Invención de la Santa Cruz, del citado año, en que murieron mas de 3.000 indios, y sólo cuatro españoles, y setenta amigos, aunque hubo cantidad de heridos, sin que en ellos se experimentase el efecto de la yerba venenosa de las flechas, que quizá con el tiempo había perdido su fuerza por nuestra fortuna. Después se movió el ejército, se acompañó sobre el río Aguapel, desde donde despachó el Gobernador a Dame de la Barriaga con 100 soldados a reconocer, un fuerte que los indios tenían, y entrando por una montaña, salieron a una campiña, donde los indios les tenían puesta una celada, que descubierta por los nuestros, luego determinaron hacer fuego con los arcabuces y ballestas, y marchar en buen orden hasta pasar un ancho y barrancoso arroyo, de donde salieron de sus puestos los indios, y los acometieron con tal denuedo que luego vinieron a las manos en reñido choque, en que por la multitud de indios, fueron los nuestros constreñidos con muerte del alférez Correa, Diego Díaz, y otros soldados. Al socorro Salió Alonso de Riquelme con 20 soldados de a caballo, y habiendo de pasar aquel arroyo, cayeron en el lodazal que hacia, casi todos, y no le fue fácil del modo que salió Riquelme con sólo ocho hombres, los cuales con el sumo empeño que hicieron suplieron bien la falta de los otros, porque en poco tiempo hicieron tal destrozo en los indios, que tiñeron en sangre toda aquella campaña, y pusieron en huida a los enemigos socorriendo a algunos presos y caídos de los nuestros que ellos tenían, y librando juntos con las vidas que tan a pique estaban de perder; y libres ya de ellos, comenzaron a esforzarse, peleando de nuevo con gran valor, hasta que los pusieron en huida con muerte de mucha gente; y siguiendo el alcance los indios amigos, que llegaron al socorro, cortaron más de mil cabezas, como lo tenían de costumbre, en especial los Guaicurúes, que iban en esta guerra, con que el enemigo por entonces quedó quebrantado.